Santa Elena

 

La Ermita de Santa Elena nos da la bienvenida a este preciso valle, una construcción barroca del S. XVII.

 

Este lugar está lleno de leyendas y la excursión se puede realizar desde Biescas por un bonito paseo de aproximadamente 1h 50 min. (5,9 km).

 

La Leyenda dice que la emperatriz Elena, hoy santa, vino a parar a estas montañas huyendo de la persecución de los moros por su influencia cristiana en su hijo, el emperador Constantino, quien finalmente promulgó el Edicto de Milán, que prohibía la persecución de los cristianos y fue precursor de los posteriores edictos que terminaron con el culto a los dioses romanos.
Santa Elena, en su camino de huida, se refugió en una cueva donde las arañas tejieron de forma milagrosa una gruesa tela de araña en la entrada para ocultarla de sus perseguidores. Cuando éstos llegaron y vieron la cueva con la tela de araña bloqueando la entrada pensaron: “Donde la araña tejió, Santa Elena no entro”, dejando así de buscar a la Santa en esa zona.

 

Hoy en día, y también según la leyenda; la Ermita pertenece a Biescas porque en una de las disputas entre las poblaciones vecinas por su posesión, llegó el cura de esta localidad y juró en la ermita y delante de todos que: “En este lugar estoy pisando tierra de Biescas”. Ante tal juramento, todos decidieron que un cura tenía que estar diciendo la verdad, así que acordaron que finalmente, la ermita, perteneciera a Biescas.
Hay que decir que el cura no mintió porque cogió un puñado de tierra de su huerto y la metió en sus zapatos, por lo que técnicamente, estaba diciendo la verdad.

 

El manantial, que sale de la cueva que hay junto a la ermita, discurre por una pequeña fuente cuadrada. Se dice, que el caudal de la fuente aumenta o disminuye según el estado de ánimo de la Santa, por lo que las romerías son necesarias también para que la fuente no deje de manar.
El dolmen es una reconstrucción del original, realizada en la década de los 70. En la zona también se han encontrado puntas de flecha y herramientas de sílex.

 

La leyenda dice que en el lugar donde se sentó a descansar la Santa brotó, como un milagro, el agua, la piedra tomó la forma de una silla y sus pisadas quedaron marcadas en el suelo, aunque misteriosamente, una de sus huellas miraba al E y la otra al W, despistando de esta manera a los perseguidores y ganando tiempo Santa Elena en su huida.

 

El conjunto de Santa Elena lo completan el fuerte fusilero, antiguo castillo con origen en el siglo XVI que fue rehecho en el siglo XIX para defender el paso a las incursiones del otro lado del Pirineo; y el dolmen, situado bajo el fuerte. Históricamente hubo dos dólmenes que fueron excavados en 1934 hallando un colgante de diente de ciervo, dos puntas de sílex, un botón de caliza, una cuenta de collar, fragmentos de azabache y de cuchillos de sílex. Ambos dólmenes fueron destruidos durante la guerra civil de 1936; el mayor de ellos ha sido reconstruido recientemente bajo la supervisión de Vicente Baldellou.

Ermita de Santa Elena

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