Delia López, autora del texto, es guía turística del Valle de Tena. Todas las historias que se cuentan aquí son reales.

Cuando hablamos de la palabra “Contrabando”  debido a nuestra sociedad actual solemos asociarla con un significado negativo que debemos olvidar  para entender la historia del contrabandismo en el valle de Tena. Más bien, la deberíamos asociar con la palabra “Frontera”, ya que el contrabando y la frontera son dos conceptos que están necesariamente relacionados.

La fisionomía del Pirineo le ha hecho comportarse históricamente como barrera natural entre Francia y España. Fue en 1659 con la conocida «Paz de los Pirineos» cuando comienza su papel de frontera, aunque para los pobladores de la montaña no fue así necesariamente, ya que durante siglos funcionó como un espacio común.

Siempre ha existido una estrecha relación entre los habitantes de las dos vertientes pirenaicas. Es en las zonas altas donde se desarrollaron los pastos estivales, por lo que la comunicación entre valles de distintas vertientes fue más fácil. El ganado y la gente pasaban con relativa facilidad, y prueba de estas relaciones son los Tratados de Paz o Pacerías de los valles Tena y Ossau, de quienes son testigos  Midi y Balaitus.

Durante siglos desde Francia se traían animales como mulas y yeguas, y desde esta otra vertiente se exportaba lana, aceite, frutas, sal…

Con la aplicación de estos tratados, el Pirineo va asumiendo su función de frontera interestatal, que lógicamente repercute en las relaciones entre los valles de ambas vertientes, lo que supuso el control de todo tipo de mercancías en los puestos fronterizos.

Consecuencia de dicho control fronterizo,  fue el impulso del contrabando en el Pirineo, ya que las medidas de control se producían en un momento en que las relaciones transfronterizas de ambos lados eran cotidianas, desempeñando un papel básico en sus sistemas económicos y sociales.

Fue con el desarrollo la industria minera y la explotación forestal destinada a Bayonna para la construcción de los navíos de la marina real de Louis XIV, cuando se desarrollaron en algunas ciudades del piedemonte francés como Mauleón, Olorón o Lourdes, una serie de actividades económicas, industriales y de servicios.

A mitad del siglo XIX Francia era ya un país esplendoroso, donde pagaban buenos jornales en los campos, bosques y fábricas.

Fueron muchos los que se decidieron a cruzar las montañas en otoño para trabajar durante los meses invernales, y regresar en primavera con dinero y mercancías.

La gente iba y venía, recorrían las viejas  sendas que cruzaban los puertos pirenaicos, con su belleza, pero también con todos los peligros que conllevan: nieve, precipicios, bandoleros… Y es, en este momento, cuando el contrabando obtendrá su mayor actividad.

Este movimiento de trabajadores está en estrecha relación con el contrabando debido a que serían ellos los encargados de poder adquirir con sus ahorros aquellos objetos del hogar y herramientas, difíciles de adquirir en el Pirineo español, como por ejemplo relojes  y esquillas. Incluso se dice que la primera cosechadora del valle de Tena vino a piezas por contrabando.

Pero entonces, ¿quiénes eran los contrabandistas?

En aquellos momentos, contrabandista podía ser cualquier habitante del medio rural, conocedor del entorno y con la necesidad de asegurarse unos ingresos extras.

Se ayudaban unos a otros, como todavía nos cuenta un vecino de los mayores de Sallent testigo de estos sucesos: “Aquí todavía no había cocinas de leña y varios hombres se juntaban para traer a piezas la cocina para la casa que fuese, la que mayor necesidad tuviera, y el próximo viaje volvían a traer otra cocina  a piezas para otra casa…”

También nos cuentan que allá por los años 30 y 40, en uno de sus primeros viajes de ida en los que llevaban a Francia caballos percherones para venderlos, el hombre que les vendió los caballos les hizo un mapa del camino por donde pasarlos, la ruta era desde Sallent a Eaux-Bonnes pasando por Pont de Camps, donde en un llano de allí cerca descansarían haciendo “día”, ya que debían andar por la noche y descansar por el día. Los caballos se acodabanel uno al otro por la cola para que siguiesen”, dice.

De la Feria de ganado de Arrens traían vacas, machos y mulas.“Una vez, en su volviendo a Sallent por Sarratotraín dos vacas y dos machos, se encontraron con una patrulla de guardias civiles bajo la pinada de Pondiellos, debió de ser un chivatazo”, nos cuenta uno de estos veteranosPor Portalet también volvieron una vez con un burro y tres sacos de esquillas para las ovejas.

Aprovechando las obras de los túneles de Artouste y las centrales hidroeléctricas, les vendían tabaco y alguna botella de pastis a los trabajadores de las obras.

Cuando se traían mulas, les esperaba en Portalet el mulero con un vagón lleno de mulas, al llegar las mezclaban en el vagón, cuando les pararon a la altura del corral de las mulas, dijeron que todas las mulas eran de Sallent, y les dejaron ir. Utilizaban otras rutas para evitar los controles como por ejemplo por Sarrato, por Soba o por San Martín.

Otra anécdota que nos cuenta es a cerca de un vecino suyo que se trajo un lechal de seis meses:“…como en su casa vivía una guardia civil, tuvo que apañárselas para esconderlo en una borda en Pozichomuerto, (antes era habitual que se alojaran en las casas),cuando iba cuidar al lechal tenían que decirle al guardia que se había ido a labrar para no levantar sospechas”.

Puede que para los contrabandistas no existiesen las divisiones territoriales, y que estas montañas en las que vivían fueran simplemente un espacio común.

De Francia también venía el nailon, “un francés acercó a las proximidades de la frontera los 4 paquetes de 20 kilos de puntillas de nailon, lo bajaban por la cabañera a Sallent donde les esperaba el camión que las llevaba a Barcelona”, nos cuenta. “Una vez estando en la herrería de Sallent tuvimos mi compañero de hazañas y yo el presentimiento de que la noche iba ser movida, ya que uno del pueblo nos preguntó si podía acompañarnos a por  nailon y no le dejamos venir con nosotros, por lo que seguramente nos delataría, como efectivamente debió ocurrir, ya que aquella noche tuvimos un encontronazo con la guardia civil, menos mal que salimos airosos”.

No podemos hablar del desarrollo social y económico del valle durante la segunda mitad del siglo XIX  y principios del XX sin el contrabandismo, ya que funcionaba como un motor generador de subsistencia.

El contrabandismo ha formado parte de la historia del Valle de Tena, por eso, desde Culibillas Patrimonio Aragonés queremos dar a conocer esa pequeña parte da la historia del valle de Tena con la excursión cultural “Convivencia Transfronteriza” desarrollada entre Laruns y Sallent.

 

Si quieres conocer más sobre el contrabandismo en el Valle de Tena te recomendamos la excursión cultural ” Convivencia Transfronteriza” de Culibillas Patrimonio Aragonés. Más información y reservas en el siguiente enlace: visitas guiadas y excursiones culturales en el Valle de Tena