Sus algo más de 190 centímetros le permiten a Lorenzo Urieta descender a gran velocidad sobre los esquís.
Pero le gusta el slalom, sin dejar el gigante. Prefiere el esquí más académico. El de la fuerza bajo control.
A sus 29 años (junio 1990, Sallent de Gállego), Lorenzo Urieta ha hecho del esquí su vida. De padre sallentino y madre donostiarra empezó a deslizarse a los 4 años junto a su hermana melliza, Cayetana.

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Eran esos esquís de plástico. Era jugar sobre la nieve. Su hermana, años después,  se alejó de la nieve y se acopló más al Mediterráneo y Lorenzo, hoy, es entrenador nacional y profesor de la Escuela de Esquí y del Club Formigal.
Además cuenta con el respaldo de Nórdica desde 2016. La firma entró con fuerza en el Valle de Tena  y ha tenido una importante penetración gracias al tesón de personas como Miguel Royo. El decidido impulso de la marca por hacerse ver da sustento al club y a los profesores de las estaciones de alpino del Valle.

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Antes del hoy hubo un ayer en Lorenzo Urieta, porque nada se puede hacer en el presente si no se cimenta sobre una sólida base labrada desde el pasado. Un año después de esos esquís de plástico ya empezó a coger forma su deseo de forjarse un futuro sobre la nieve. La adrenalina de la competición inoculó y a los 11 años empezó a destacar. Durante dos temporadas estuvo en el equipo nacional. “Se vive al máximo. Los viajes y los compañeros son rivales, pero también amigos, porque estamos en la misma profesión”, dice sobre dos temporadas que marcaron su forma de ser y en las que tuvo oportunidad de conocer otras cordilleras y otros valles distintos al de Tena. “Y sí echaba de menos Sallent. No deja de ser tu casa y es donde más a gusto te sientes. Cuando estaba en el equipo nacional, los que están en este mundo del esquí siempre te preguntaban cosas por el pueblo,  se interesaban por lo que hacías y por las competiciones que hacías”, recuerda.

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Tras salir del equipo nacional puso el acento en la formación. La puerta del Club Formigal y de la Escuela de Esquí la encontró abierta y allí forja a corredores con toda la ilusión por tener un nombre en este duro deporte. Fuera de los focos, de los días de sol y nieve polvo, hay muchos otros de mal tiempo, donde el relieve se difumina, de bajas temperaturas y de mucho esfuerzo por bajar una décima al crono. “A veces eres demasiado exigente y tienes que darte cuenta de que estás con menores de 10, 11 y hasta 15 años”, explica. Eso sí, la satisfacción es que son esquiadores con ‘hambre’, “apasionados –dice Urieta- con el esquí de competición. Y con un añadido, sus padres saben en qué deporte están sus hijos, lo que transmite el esquí y los valores que le acompañan. Y todo esto hacen más fácil los entrenamientos, que son duros”.

El trabajo de Lorenzo Urieta  implica que ‘desaparezca’ el verano de su año. Cuando aquí llega el estío es el invierno en el Hemisferio Austral. Ya son cuatro años los que ha cruzado el Atlántico para ser profesor en el chileno Club Esquí La Parva.

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Eso le aleja del Valle de Tena donde como buen montañés, cuando puede, disfruta de la “tranquilidad de ir a cualquier sitio, de la pesca o del descenso de un barranco porque aquí es muy difícil estar sin hacer nada”. El monte de Piedrafita y la Selva de Sallent siguen siendo dos de sus rincones preferidos de un Valle de Tena del que sigue enamorado y del que “no quiero que pierda el encanto”.

 

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